sábado, 5 de enero de 2008

Porqué creo que los reyes magos existen

Apenas su padre se había sentado, al llegar a casa, dispuesto a escuchar como todos los días lo que su hijo le contaba de sus actividades en el colegio, cuando éste, en voz baja, como con miedo, le dijo:

- «¿Papá?»
- Sí, hijo, cuéntame.
- «Oye, quiero… que me digas la verdad».
- Claro, hijo. Siempre te la digo, respondió el padre un poco sorprendido.
- «Es que…», titubeó Tomás.
- Dime, hijo, dime.
- «Papá, ¿existen los Reyes Magos?»
El padre de Tomás se quedó mudo, miró a su mujer, intentando descubrir el origen de aquella pregunta, pero sólo pudo ver un rostro tan sorprendido como el suyo que le miraba igualmente.
- «Mis amiguitos dicen que son los padres. ¿Es verdad?»
La nueva pregunta de Tomás le obligó a volver la mirada hacia el niño, y tragando saliva le dijo:
- ¿Y tú qué crees, hijo?
- «Yo no sé, papá: que sí y que no. Por un lado, me parece que sí, que existen, porque tú no me engañas; pero, como las amiguitos dicen eso».
- Mira, hijo, efectivamente son los padres los que ponen los regalos pero…
- «Entonces es verdad?, cortó el niño con los ojos humedecidos–. ¡Me has engañado!»
- No, mira, nunca te hemos engañado, porque los Reyes Magos sí que existen, respondió el padre tomando con sus dos manos la cara de Tomás.
- «Entonces no lo entiendo, papá».
- Siéntate, Tomi, y escucha esta historia que te voy a contar, porque ya ha llegado la hora de que puedas comprenderla, dijo el padre, mientras le señalaba con la mano el asiento a su lado.

Tomás se sentó entre sus padres, ansioso de escuchar cualquier cosa que le sacase de su duda, y su padre se dispuso a narrar lo que para él debió de ser la verdadera historia de los Reyes Magos:
- Cuando el Niño Dios nació, tres Reyes que venían de Oriente, guiados por una gran estrella, se acercaron al portal para adorarlo. Le llevaron regalos en prueba de amor y respeto, y el Niño se puso tan contento y parecía tan feliz que el más anciano de los Reyes, Melchor, dijo:
“¡Es maravilloso ver tan feliz a un niño! Deberíamos llevar regalos a todos los niños del mundo y ver lo felices que serían”.
“¡Oh, sí! –exclamó Gaspar–. Es una buena idea, pero es muy difícil de hacer. No seremos capaces de poder llevar regalos a tantos millones de niños como hay en el mundo”.
Baltasar, el tercero de los Reyes, que estaba escuchando a sus dos compañeros con cara de alegría, comentó: “Es verdad que sería fantástico, pero Gaspar tiene razón y, aunque somos magos, ya somos ancianos y nos resultaría muy difícil recorrer el mundo entero entregando regalos a todos los niños. Pero sería tan bonito…”
Los tres Reyes se pusieron muy tristes al pensar que no podrían realizar su deseo. Y el Niño Jesús, que desde su pobre cunita parecía escucharles muy atento, sonrió, y la voz de Dios se escuchó en el Portal:
“Sois muy buenos, queridos Reyes, y os agradezco vuestros regalos. Voy a ayudaros a realizar vuestro hermoso deseo. Decidme: ¿qué necesitáis para poder llevar regalos a todos los niños?”
“¡Oh, Señor! –dijeron los tres Reyes postrándose de rodillas–. Necesitaríamos millones y millones de ayudantes, casi uno para cada niño que pudieran llevar al mismo tiempo a cada casa nuestros regalos, pero no podemos tener tantos ayudantes, no existen tantos”.
“No os preocupéis por eso –dijo Dios–. Yo os voy a dar, no uno, sino dos ayudantes para cada niño que hay en el mundo”.
“¡Sería fantástico! Pero, ¿cómo es posible?”, dijeron a la vez los tres Reyes con cara de sorpresa y admiración.
“Decidme, ¿no es verdad que los ayudantes deberían querer mucho a los niños y conocer muy bien sus deseos?”, preguntó Dios.
“Sí, claro, eso es fundamental”, asintieron los tres Reyes.
“Pues decidme, queridos Reyes: ¿hay alguien que quiera más a los niños y los conozca mejor que sus propios padres?”
Los tres Reyes se miraron asintiendo y empezando a comprender lo que Dios estaba planeando, cuando la voz de nuevo se volvió a oír:
“Puesto que así lo habéis querido y para que, en nombre de los tres Reyes de Oriente todos los niños del mundo reciban algunos regalos, Yo ordeno que, en Navidad, conmemorando estos momentos, todos los padres se conviertan en vuestros ayudantes, y que en vuestro nombre, y de vuestra parte, regalen a sus hijos los regalos que deseen. También ordeno que, mientras los niños sean pequeños, la entrega de regalos se haga como si la hicieran los propios Reyes Magos. Pero cuando los niños sean suficientemente mayores para entender esto, los padres les contarán esta historia y, a partir de entonces, en todas las Navidades, los niños harán también regalos a sus padres en prueba de cariño. Y, alrededor del portal de belén, recordarán que, gracias a los tres Reyes Magos todos son más felices”.

Cuando el padre de Tomás hubo terminado de contar esta historia, el niño se levantó, y dando un beso a sus padres dijo:

- «Ahora sí que lo entiendo todo, papá. Estoy muy contento de saber que me querés y que no me han engañado».

Corriendo, se dirigió a su cuarto, regresando con su alcancía en la mano, mientras decía:
- «No sé si tendré bastante para comprarles algún regalo, pero para el año que viene ya guardaré más dinero», y todos se abrazaron mientras, a buen seguro, desde el Cielo, tres Reyes Magos contemplaban la escena tremendamente satisfechos.

2 comentarios:

Graciela Romero Maciel dijo...

Sos mi Rey Mago, a tu lado creo que todo es posible. Siempre me das luz en medio de la oscuridad. Tu bruja

Graciela Romero Maciel dijo...

Los Reyes nos regalaron el milagro que hoy 7 de Enero, haga 37 años que nos casamos por civil y mañana, 8, por iglesia, y seguimos tan enamorados como entonces. En verdad es milagroso. Te amo.